El presidente camina por el palacio, deambula por los pasillos en la orfandad más absoluta, se encuentra extraviado en su ideario político, y atávico en su relato y en sus acciones. Se encuentra solo, su coalición lo abandonó sabiendo que abanderarse con la forma en que ha llevado la crisis, significa perder la elección de mayo próximo. Lejos también, se encuentran sus colaboradores más cercanos, quienes lo tratan de persuadir en forma virtual, junto a él sólo se encuentra su gabinete, que tal como su administración, es débil, escolarizado, y que, además, no tiene la capacidad de buscar una salida oportuna y que sea acorde a los nuevos tiempos que vivimos.
Tal como la noche del 12 de noviembre de 2019, cuando el país perdía el rumbo y parecía que la república caía; esta vez, crisis mediante, el presidente trata de aferrarse a la clase política para encontrar una salida. Los tiempos han cambiado, porque esta vez no existe un presidente de partido que sea capaz de negociar una salida democrática a la crisis, no existen políticos en el congreso que vean una oportunidad para perpetuar su nombre. Ahora la situación es distinta, no hay actores que sean los que negocien, solo un parlamento que no trepida en sacar provecho a la situación, buscando congraciarse con la ciudadanía, y sin figuras de peso, que encaucen la demanda. Como vemos todo ha cambiado, excepto el presidente que sigue demostrando su poca y nula capacidad de conducción política.
El discurso es equívoco. Se pregona que el presidente defiende la constitución, pero para el primer retiro esa defensa quedó en nada, cuando entre gallos y medianoches y a través de un comunicado, Piñera promulgaba el proyecto de ley, en una clara señal de una tremenda derrota política, avalada por su propio sector. También se anuncia que el gobierno defiende las pensiones, eso no se pensó cuando en diciembre último se aprobó el proyecto de ley, que el mismo ejecutivo envió, y que permitió el segundo retiro de los fondos, en una burda estrategia llena de populismo y aplauso fácil. Entonces es incomprensible la decisión de enviar el ya aprobado tercer retiro de los fondos de pensiones al Tribunal Constitucional, sin una propuesta clara ni plazos definidos. Acciones que nos hablan de un grave extravío político y de una estrategia pocas veces vista, solo entendida como una decisión contumaz, que tiene poco de calle y demanda ciudadana y mucho de sordera y ceguera social.
Quedan solo algunos meses, 10 y algunos días para ser precisos, para que el actual mandato presidencial haya concluido, poco menos de un año para dar por finalizada una administración que dejará un legado, como lo querían sus asesores, pero en la forma que ellos jamás imaginaron, un relato que habla de incapacidades políticas y de disociación con la realidad y la demanda social.
Triste final para la institución presidencial, pero también para quien se quiso transformar en un referente a nivel global y que solo quedó como una figura evocadora de los peores días de los últimos 30 años. Un presidente que quedó preso de sus obsesiones y de sus sueños sin sustento y que logró sobrevivir gracias a la complacencia de una seudo oposición y al espíritu cívico que sostiene en parte a este país.