Orrego levanta los brazos en señal de victoria. Derrotando todo pronóstico, el exintendente de la Democracia Cristiana se erige como el primer gobernador de la Región Metropolitana. Su discurso, lleno de lugares comunes, no concierta el interés. Toma la palabra Carmen Frei, la presidente de la falange, y habla frente a los miedos y a los alborozados concurrentes. Enarbola el discurso de los mínimos comunes y los grandes acuerdos, repasa también, de soslayo, la candidatura de Jadue, porque a esa altura la disputa de la gobernación se convirtió en el preámbulo de la elección presidencial de noviembre próximo.
La alegría de Orrego contrasta con la confusión de Oliva y compañía. El triunfo era cuestión de tiempo y de votos, pero el apoyo de actores conflictivos, además de la falta de capacidad política de la frenteamplista, llevaron a la candidata a una derrota que solo estaba en la ilusión de Orrego. Eso sin medir la arriesgada jugada de Jadue y el PC, que pusieron todas sus energías en esta elección, entendiendo que una segura victoria, reforzaría el halo de victoria en la izquierda, le endosaba otra derrota a la derecha (lo que a esta altura parece ser una cotidianeidad) y le daría la última estocada a la antigua Concertación y a la transición.
Pero los tiempos en política son distintos y las dinámicas otro tanto. La derecha en bloque salió a votar por Orrego. El anticomunismo y el miedo atraviesan las comunas del Rechazo, no se imaginan un futuro con la bandera de la hoz y el martillo flameando en la Alameda, Sus ojos ven a Stalin y compañía, no comprenden que el mundo cambió, que ese relato no existe. Aún así, Orrego aprovecha la oferta y también Lavín, quien entiende que puede ser un triunfo, un poco acomodaticio, pero el triunfo al fin. Es el gol del honor en un partido que perdieron apenas comenzó. La derecha se llena de algarabía, la DC igual, juntos parecen mezclarse en un solo abrazo. La Moneda levanta los brazos en señal de triunfo, porque al festejar victorias ajenas, tratan de ocultar la debacle que significó la elección de un solo gobernador de su coalición.
Todo se mezcla y se confunde, Carmen Frei se desmarca de la derecha, aunque la fuerza conservadora de la DC quiere establecer vínculos políticos con la centroderecha para volver a los tiempos de los consensos. Mientras tanto y sentada en el palco, Yasna Provoste observa cómo se baraja el naipe de los nuevos y turbulentos paisajes políticos. Sabe que luego será proclamada candidata y que el intento fallido del pasado mayo (cuando los históricos del partido de la falange, esos que se encuentran más a la diestra, no quisieron primarias amplias con todas las fuerzas de izquierda, se aterraron cuando pensaron que tenían que llegar a consensos con los comunistas) solo será un mal recuerdo. Yasna sabe que esa visión no primará, que participará de la elección de noviembre y que si se articulan las fuerzas del progresismo y los nuevos tiempos, su nombre estará inscrito en la papeleta de la segunda vuelta.
El escenario es incierto, lo único concreto es que la derecha y los sectores conservadores de la DC, no quieren a Jadue en la testera máxima de nuestro turbulento país. Exprimirán cada error, dejarán en evidencia infantiles incongruencias y desde La Moneda harán una vocería por cada incertidumbre y oprobio a la institucionalidad. El miedo los paralizará, no encontrarán ninguna certeza en el relato del actual alcalde de Recoleta, todo serán visiones añejas, en blanco negro, sobre los horrores de los gobiernos comunistas, olvidando por completo que los tiempos más oscuros de nuestra historia se produjeron cuando la derecha en pleno y un sector de la Democracia Cristiana se complotaron para impulsar el derrocamiento del gobierno de Allende, e instaurar una de las dictaduras más sangrientas que ha vivido nuestro país.