Los subterfugios legales tratan de mantenerlo a flote. La avanzada comunicacional, torpe y grotesca, trata de relativizar el delito y culpa, nuevamente, al enemigo imaginario. Los comunistas, la izquierda radical, la oposición, todos son culpables de la denuncia.
Los ministros impúdicos, culpan al Ministerio Público porque éste quiere hacer su trabajo, otro, desconoce la labor esencial del periodismo y lo insta a no investigar. Utilizan las dependencias de palacio, naranjas de utilería mediante, para enarbolar mensajes de persecución y cobardía, como si los negocios del presidente fueran mandatados por el comunismo internacional.
Las acciones reveladas por el periodismo independiente, que pone en alto la bandera de lo que es el cuarto poder, deja de manifiesto la estela de opacidad que ha perseguido a Sebastian Piñera, desde que asumió el primer gobierno.
La jugada siempre ha tenido el mismo curso, es la justicia la que determina, según el presidente, su inocencia, como si no entendiera que no todo lo legal es ético y tampoco que a él lo ha arrastrado una historia llena de conflictos de interés, negociaciones incompatibles, mal uso de la información privilegiada y aprovechamiento político.
Tal como el emperador Julio César cuando cruzó el Rubicón, “la suerte ya está echada”. Las fuerzas de oposición se alinearán para acusar constitucionalmente al mandatario, mientras los ojos de los partidos de gobierno miran con ganas sumarse a la cruzada. Saben, dentro de la UDI, RN y Evópoli, que deben entregar señales trascendentes de ética y moral, a pesar de la triste vocería de los presidentes de los partidos de gobierno que insisten en la inocencia total del empresario.
El futuro es poco prometedor para Piñera Echeñique, las condiciones para que sea parte de un juicio político y penal son altas. La sociedad no escatimará ganas para pedir justicia, no en la medida de lo posible, como Patricio Aylwin, sino que en toda su magnitud. Porque el historial del presidente no resiste más, su pasado lleno de vicisitudes morales deben ser sometidas al escrutinio política y a la moral pública.
A dos años del estallido social, el mandatario, se lleva consigo el descalabro político y social de su sector, la erradicación del modelo neolibral, del individualismo y sobre todo la figura presidencial, a la cual le dio el último tiro de gracia.
Los años venideros tendrán otro color. Los negocios espurios y oscuros, como los de Sebastián Piñera, serán castigados con la severidad que siempre debieron tener y la figura presidencial, tal como la conocemos, será una quimera.
Todo lo anterior será posible si el presidente renuncia, debe, aunque sea por primera vez, entender que su salida anticipada de La Moneda generará otro clima en el país, establecerá un nuevo marco ético - moral y enaltecerá la figura presidencial, la cual ha denostado en los últimos tres años.