La Quimera del Presidente

"¿Quién puede negar el liderazgo mundial que tiene nuestro Presidente?” Esas eran las palabras de la otrora vocera de gobierno Cecilia Pérez, en el lejano septiembre de 2019. La prosperidad política y el futuro esplendor de Sebastián Piñera, eran un espejismo. Sin entender la crisis que se estaba generando, el economista hacía esfuerzos para ser parte de una competencia invisible con la expresidenta Bachelet, en ser una figura de reconocimiento mundial. Para ello su círculo cercano enviaba un claro mensaje a todo el gabinete: había que repetir el discurso del liderazgo, como un mantra. Ese liderazgo permeó el mensaje del ministro Monckeberg que felicitaba al presidente por las luces que asomaban en una torre de medio oriente; y también, de la ministra Hutt, que atribuía a la disminución de las cifras de personas fallecidas, por accidentes de tránsito, la capacidad discursiva del mandatario.

Ese panorama, de un liderazgo que no cabe en nuestro territorio y que se debe extender por sobre nuestras fronteras, era una irrealidad. Dieciocho meses después de tan aventurada certeza, el país parece no encontrar una salida clara a una de las mayores crisis sanitarias que se tenga en la memoria. A esta crisis, se agrega una económica y social, que ha devenido en la rebeldía de una parte de la población, que no quiere seguir siendo parte de las medidas de control y confinamiento. Le dan rienda suelta a su espíritu individualista, cultivado durante 40 años, para saltarse un control, apresurar su viaje fuera de su región o esperar estoicamente una larga fila para comprar. Actos impulsivos que reflejan la inconsciencia de cientos de personas que no dimensionan la tragedia que vivimos.

La crisis no se dimensiona, porque estos tiempos necesitaban interlocutores válidos, consecuentes, creíbles, que fueran capaces de aunar criterios. Estos aciagos días necesitaban líderes que escucharan las recomendaciones de los expertos, esos que estaban fuera de su entorno, que nos hablaban de tiempos complejos Era el momento de atender ese llamado de alerta y no codificarlo como una acción para desestabilizar el poder. Estos meses requerían líderes que no se dejaran embelesar por la pleitesía económica y la complacencia acomodadiza, que entendieran la dimensión del descalabro, removieran de su relato toda visión añeja y comprendieran que sucedía en cada parte de este país.

Nos sumergimos en tanto discurso complaciente, como eslogan marketinero; en tanta reacción y poca pro-acción; en tanta frase elocuente sin asidero, para volver a sentirnos igual que el año anterior. Porque de liderazgo mundial no queda nada, solo resabios de esfuerzos pueriles y denodados por hacernos creer que éramos el país con el mejor sistema de salud del mundo, o que la crisis la enfrentariamos mejor que Italia. Tanta pompa desechable, para la llegada de ventiladores y vacunas y estamos peor que antes. Demasiada condescendencia y beneplácito entre los amigos del mandatario, para situarnos como uno de los países de peor manejo de la pandemia.

Porque lo que prometía y espetaba la antigua ministra, suena como una ironía. En estos días, medios estadounidenses le dicen al mundo que la experiencia chilena no era la indicada para manejar el binomio pandemia- vacunación; al igual que la ministra principal de Escocia, que, citando un artículo del periódico The Herald, pone el ejemplo de nuestro país, como aquello que no hay que hacer; o como el ministro alemán, que en un esfuerzo para controlar la crisis nos sitúa como la antítesis en la elaboración eficiente de una política sanitaria.

Pareciera que ese sueño por la grandilocuencia, no les permitió a las autoridades, comprender la dimensión de esta catástrofe sanitaria. No lo comprendieron el año pasado, cuando en abril decían que la curva de contagios se aplanaba y había que volver a clases; ni lo comprendieron hoy, con 8 mil casos diarios, más de 30 mil muertos y con la población sufriendo las consecuencias de medidas tan laxas y criticadas, como el permiso de vacaciones, la apertura de casinos, gimnasios y el retorno a clases.

Los días pedían prudencia, grandeza y sabiduría, mezcla difícil de conseguir con el actual mandatario, que más preocupado de salvar la situación parece empecinado en encontrar un llamado que lo felicite por el manejo de la pandemia o un mensaje que le solicite la receta para el éxito.

Nos encontramos en la incertidumbre, en el descontrol sanitario, con la crisis de la trazabilidad y el colapso hospitalario como una realidad. Las semanas venideras serán cruciales y no sabemos cómo se resolverán, porque en un mundo de certezas el mandatario ve como se aleja su sueño de ser reconocido en el mundo y solo entrega incertezas, confusión, realidades paralelas y discursos sin sentido.

#Opinión

Fernando Miranda

Socio y Periodista