Horadando la verdad y la libertad

Dos llamadas. Una a Estados Unidos, la otra a Santiago. La misma forma y un solo objetivo: censurar y silenciar aquello que incomoda.

Las acciones del círculo cercano al mandatario y del propio presidente, que se hicieron públicas, no constituyen un hecho aislado sino que responden a una lógica instaurada en las esferas de poder, para acallar aquellas voces críticas que ponen en evidencia acciones que escapan de los márgenes éticos.

Relacionar estas acciones a la actual administración carecería de objetividad, nos someteríamos a una miopía ideológica pretender que solo Piñera y sus colaboradores son creadores de esta praxis. El año 2002 un llamado resonó en las dependencias de La Nación Domingo: la intención era censurar el reportaje “La Caja Negra del Indap” donde se daba cuenta de los traspasos, en forma fraudulenta, de los dineros de esa repartición a campañas políticas de la Democracia Cristiana. El autor del llamado, el expresidente falangista, Adolfo Zaldívar. En pleno gobierno de Ricardo Lagos, el reportaje nunca vio la luz.

Estas prácticas, son la consecuencia de la cooptación del estado por parte de las elites, las mismas que perdieron su representatividad y que carentes de validez ven con recelo los cambios que suceden en el Chile más profundo. Porque el estallido social de octubre de 2019, no sólo fue una manifestación espontánea de la sociedad, sino que también puso de manifiesto el deterioro de los medios tradicionales y una irrupción espontánea de los medios independientes. Conocedores de la realidad y de lo que sucedía en la comunidad toda, estos últimos pusieron de manifiesto las carencias técnicas, morales y valóricas de los medios tradicionales, los que aliados al poder, silenciaban la protesta, acallaban el disgusto y amplificaban el piedrazo y el vandalismo.

El poder de los medios de comunicación, como garantes de la democracia e inquisidores del poder, fueron una de las claves, en nuestra primavera de octubre, para correr el cerco y hacer, no solo la calle, sino que también las redes, el nuevo espacio de protesta, por donde camina la efervescencia y la presión social.

La nueva realidad, colisiona con años de tradición y status quo, donde todo fue encausado por el poder. La nueva realidad y el paradigma social, que estamos construyendo, relevan el rol de los medios de comunicación independientes. Estos son los que vienen a cubrir el vacío de poder de nuestra sociedad contemporánea, pero esta nueva realidad se estrella frente a una institucionalidad anacrónica, que parapetada en resquicios legales pone de manifiesto prácticas heredadas de los años grises de la dictadura.

Otro caso. El nombre adulterado para espiar. La mentira como una acción recurrente en el Ejército. Amparados en el relato de la inteligencia y la contrainteligencia y azuzados por el silencio cómplice de la seguridad nacional, engaño por medio, escudriñan en el teléfono del periodista Weibel para amedrentar y perseguir a aquellos que enarbolan la bandera de la verdad, denuncian la corrupción y levantan el velo de la complicidad política. Se podría entender que se trata de un caso, pero en realidad son 5 los periodistas espiados, eso nos habla de una práctica institucionalizada, que tiene bases en visiones antidemocráticas y alejadas de los valores que dicen respetar y defender.

La libertad de expresión y de prensa, se ven minadas cuando de crisis se trata, y en este tránsito marcado por el estallido social y la eterna pandemia, el rol de los medios de comunicación, en especial de los independientes, deben ir más allá de sus funciones básicas y se deben convertir en actores relevantes para develar la mentira, cuestionar el poder y combatir la censura, aunque existan actores sociales que con llamados y mentiras quieran derrocar estos principios, que resultan esenciales en la construcción de cualquier sociedad democrática y representativa.

#Opinión

Fernando Miranda

Socio y Periodista