Esta columna se escribe horas antes de los resultados de las elecciones primarias. Más allá de alguna sorpresa o la consolidación de los candidatos favoritos de las encuestas, los resultados dejarán ciertas definiciones en el panorama político de los próximos meses.
Lo primero es que los cambios de las últimas semanas, con la irrupción de nuevos aires, provocarán votaciones más ajustadas que las pensadas hace tres meses. En ese escenario, la Democracia Cristiana proclamará a Yasna Provoste, en el mes de agosto, como su candidata presidencial. Falta definir, al interior de la falange si la candidatura de la senadora tomará un cariz progresista alineado con la centro izquierda, un anhelo de Provoste, o si primará la visión conservadora de Walker y los sectores tradicionalistas.
También es hora de definiciones del Partido Socialista y Radical, quienes tendrán su propias elecciones, las que más que entregar un resultado esperanzador para ese sector, serán un boleto para negociar los cupos para las próximas elecciones parlamentarias. Incluso, hablar de presidencia del país es una quimera y eso lo entiende sobretodo la candidatura de Paula Narváez, quien ve con molestia y sorpresa como sectores del socialismo se alinean a las candidatura de Boric y Jadue, lo que refleja -más allá de la crisis del PS- que el camino presidencial de Narváez puede tener un término anticipado y no llegar a la papeleta de noviembre.
Pero las definiciones del mes de agosto, no sólo estarán en la oposición. Una vez resuelta la votación de este domingo, la UDI y RN comenzarán a trabajar en las listas parlamentarias que competirán en las elecciones de noviembre y, en ese escenario, asoman tres puntos centrales: el primero, ampliar el horizonte de la negociación, sentarse con el Partido Republicano y llevar candidatos que les permitan competir y no repetir el desastre electoral de las cuatro elecciones anteriores. Segundo, bajar de la carrera presidencial a José Antonio Kast, ofrecerle un cupo senatorial por Santiago, aglutinar fuerzas y votos en un solo candidato, y de esa forma tener alguna posibilidad de pasar a segunda vuelta, situación que ven, desde el propio sector, como algo complejo. Tercero, refundarse desde la base ideológica. En un mundo que demanda progresismo, la derecha chilena (conservadora, oligárquica, hacendal y gremialista) debe refundarse para poder tener algo de representación.
Más allá de los resultados electorales, el mapa político se va reconfigurando y en ese nuevo orden las fuerzas progresistas son las que van sosteniendo el relato social. Son estas fuerzas, alineadas en la izquierda y centro izquierda, quienes marcarán la agenda de las políticas públicas de las próximas tres décadas. En ese orden de cosas un presidente del conservadurismo chileno parece lejano, porque no sólo se trata de ganar una elección, sino en tener representación y darle gobernabilidad al país, o sino pregúntenle al actual mandatario.
Los próximos años serán de progresismo, de territorio y representación directa, de medio ambiente y plurinacionalidad, de calidad de vida y fin al estado subsidiario. Serán años de profundos cambios y nuestro país debe tener un gobierno alineado con estas ideas y, en ese sentido, Jadue, Boric o Provoste, con mayor o menor intensidad, tendrán las mejores respuestas a las demandas del futuro, para ello deben hacer frente al miedo y la ignorancia, algo tan propio de un sector de este país, en especial, de los que detentan, en estos momentos, el poder presidencial.