

El 10 de septiembre de 1973 estaba todo preparado para que Salvador Allende diera un importante anuncio en la casa central de la Universidad Técnica del Estado (UTE), en el marco de la inauguración de la exposición artística antifascista “Por la Vida Siempre”.


Dos días antes, Allende le había transmitido al general Carlos Prats la necesidad de plebiscitar su continuidad para evitar un inminente Golpe de Estado. Lo que no intuyó, es que su decisión, alertada a las Fuerzas Armadas, aceleró las acciones para su derrocamiento.


El principal artista del evento sería el músico, investigador folclórico y director de teatro Víctor Lidio Jara Martínez, emblema del movimiento “Nueva Canción Chilena”, nombrado embajador cultural en 1970 y parte de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la UTE.
Por supuesto, el evento no se llevó a cabo. A primera hora del 11 de septiembre, mientras Allende partía a La Moneda por recomendación de su guardia personal, el rector de la UTE, Enrique Kirberg, era informado sobre la destrucción de la emisora radial de la casa de estudios.
Alrededor de las 10 am, Víctor Jara, enterado de los movimientos militares y entendiendo que por su historial político irían tras él, se despidió de su esposa, Joan Turner, y de sus hijas Manuela y Amanda, y partió en su renoleta rumbo a la UTE, su lugar de trabajo.


Una vez en el campus, se puso a disposición de Cecilia Coll, amiga y jefa del departamento de Extensión Artística. “Lo escuché en un momento hablar esa mañana con su mujer, Joan, lo que me reafirmó que Víctor tenía claro cuál era su responsabilidad ese día”, señala.
En una reciente conversación con @NYC_prod, Lucia Sofjer, de 19 años, quien en ese entonces trabajaba como secretaria del Vicerrector de extensión y comunicaciones de la UTE, recuerda su encuentro con el músico ese 11 de septiembre.
Estando en el segundo piso, comenzó a sonar el bombardeo, cuando apareció Víctor -vistiendo su clásico poncho-, permaneció al lado de la joven, le tomó el hombro y juntos, en estado de shock, observaron el ataque a La Moneda.
Recuerda que estaba sereno y que lo único que esbozó el cantautor fue: “Me siento como chaleco de mono”. Fue un momento muy especial para ambos y antes de despedirse, Lucia recuerda que le regaló su paquete de cigarrillos Monza.
Producto de los acontecimientos de aquel día y el posterior toque de queda, Víctor se vio obligado a pernoctar en la universidad, permaneciendo en el Laboratorio de Física de la Escuela de Artes y Oficios de la UTE.
Un estudiante que también pasó la noche relata: “Esa noche me quedó grabada su expresión porque se veía muy sereno, preocupado y triste. Estaba abrazado a su guitarra, lo que lo hacía muy particular, a diferencia de las demás personas que estaban asustadas o con pánico”.
El 12 de septiembre la universidad es atacada. Gran parte de la infraestructura del recinto es destruida y las 600 personas que permanecían en la institución, incluido Víctor Jara, son detenidas sin oponer resistencia, siendo trasladados al Estadio Chile.


Múltiples testigos afirman que Víctor fue rápidamente identificado por los militares en la fila de ingreso y brutalmente golpeado. A continuación el relato de uno de los testigos de los vejámenes que recibió el cantautor, recogida en la investigación adjunta de un fallo de 2018:


El jueves 13 de septiembre Joan Jara se entera de la detención de su marido a través de la televisión, quienes afirmaban que “un gran número de extremistas habían sido detenidos” en la UTE. Esa misma tarde recibe un llamado anónimo:


El anónimo, era el joven Hugo González, detenido el 12 de septiembre en la vía pública por el toque de queda y llevado al Estadio Chile. Lo que omitió a Joan, es que Víctor le contó además que había sido amenazado. Wolfgang Tirado, entonces prisionero fue testigo del hecho:


Producto de la llegada al Estadio de pobladores de La Legua que habían resistido a las FFAA, se desvió la atención hacia Víctor, permitiendo que sus colegas lo pudieran asistir. El estudiante Boris Navia cuenta que le cortaron el pelo con un cortauñas para ocultar su identidad.


“Él miraba por un solo ojo (…). Le limpiamos la sangre de su cara y un carpintero de la UTE le pasó su vestón para darle abrigo. Un soldado le regaló un huevo crudo. Dijo que se lo comería como lo hacían los campesinos de Lonquén: lo perforó en la parte inferior y lo succionó”.
Víctor contó que había sido golpeado durante gran parte de la noche por el mismo oficial del ingreso, quien resultó ser hermano de un hombre con el que había tenido un altercado en el Colegio Saint George, por cantar “Preguntas por Puerto Montt” (alude a Edmundo Pérez Zujovic).
El 15 de septiembre salieron algunos prisioneros en libertad. Según cuenta un testigo, todos redactaron pequeñas notas dirigidas a la familia. Víctor pidió lápiz y papel y empezó a escribir lo que todos pensaban era una nota para Joan, su mujer. Escribió lo siguiente:


Víctor Jara fue interrogado al menos dos veces en los camarines del Estadio Chile, ubicados en la zona nororiente del subterráneo. Allí fue sometido a diversas torturas, entre ellas, la fractura de sus manos a golpes de culata. El 15 de septiembre fue su último día con vida.


Luego de 45 años y tras un proceso que se inició en 2005, el Poder Judicial sentenció a los autores del hecho. Según la investigación, a Víctor Jara se le dispararon 44 impactos de bala.
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El relato fue construido en base a las siguientes fuentes: 1.-
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