

La progresiva apertura de los espacios públicos ha devuelto la manifestación a las calles y con esto la condena transversal del mundo político, a la violencia perpetrada por encapuchados contra carabineros y bienes públicos en inmediaciones de la rebautizada Plaza de La Dignidad.


Desde el Frente Amplio a sectores más conservadores de la oposición, la frase “condeno la violencia venga de donde venga” se ha vuelto un lugar común que les ha permitido desmarcarse de hechos que, para personeros del oficialismo, podría incluso poner en riesgo el plebiscito.
Sin perjuicio de compartir la condena, para @Camila_Vergara, investigadora de @Columbia y autora de “República Plebeya”, le resulta pertinente analizar el fenómeno de la violencia en las calles como un elemento más complejo y connatural a cualquier transformación social.


“Desde el punto de vista de una sociedad injusta, estructurada y jerárquica, los levantamientos populares y la rebelión popular ayudan a equilibrar fuerzas y que se produzcan transformaciones. Históricamente, sin violencia nunca ha habido cambio social”, señala Camila.


A su vez, la académica califica a este tipo de violencia como “plebeya” por cuanto se ejerce por sujetos desprovistos de poder y herramientas para canalizar su malestar institucionalmente, en general en contra de bienes públicos u otros símbolos que representen la élite.


“Una de las diferencias entre la violencia plebeya y la violencia del estado es que para estos últimos, el objeto de la violencia son los cuerpos de los manifestantes. El estado, representado por sus agentes, nunca va a quemar una propiedad sino que arremete contra las personas”.
Sin embargo, agrega, la mayor diferencia es que los agentes del estado actúan amparados constitucionalmente por el monopolio de la fuerza, facultad que reviste de mayor gravedad los abusos y violaciones que cometen funcionarios en el ejercicio de su mandato.
Vergara reconoce, además, otro tipo de violencia donde privados toman las armas en contra de la población movilizada, amparados en omisión por el estado, quienes, al no interferir en el hecho, promueven verdaderos grupos paramilitares que actúan en impunidad.


“La teórica Hannah Arendt afirma que esta violencia paramilitar surge en paralelo a la violencia terrorista del estado pretotalitario. La violencia paramilitar de grupos de extrema derecha entonces se deja ser y lo hemos visto en la Araucanía y en marchas del rechazo”.
Señala que el origen se puede documentar desde la Italia fascista de Benito Mussolini y la Alemani nazi, a reconocer actualmente en países como Chile, Brasil y Estados Unidos. Donde reconoce, en este último, un punto de inflexión con la elección entre Joe Biden y Donald Trump.
“El triunfo de Trump puede dar una señal de impunidad a los gobernantes seudofascistas de Latinoamérica a ser abiertamente fascistas. Si el ‘policía del mundo’, como se conoce a EEUU, está de tu parte, entonces no tendrías nada que temer en materia de derechos humanos”.
Para cerrar, Camila Vergara afirma que uno no puede entender la violencia plebeya en un vacío. Siempre hay que entenderla aparejada con la violencia sistémica o represora del estado. Es una respuesta, “existe una lógica de acción y reacción”.
“Por lo tanto es responsabilidad de las autoridades y líneas de mando detener la violencia, al menos, por su lado. Ya que a diferencia de la violencia plebeya, que es por naturaleza desorganizada, ellos cuentan con una jerarquía y fuerzas que deben obediencia”.