El ministro Contumaz

Acto I

Raúl Figueroa, ministro de educación, entra en acción, se prende la cámara, camina hacia el ingreso del colegio en Pirque. El matinal capta, en vivo, el momento. Ansioso espera a los alumnos, los primeros en ocupar una sala de clases, después de declarada la pandemia. Los focos se encienden, todos están expectantes para recibir a los niños y niñas, pasan los minutos, las horas, crece la ansiedad y no llega nadie.

Es octubre de 2020 y el primer intento del ministro de educación, Raúl Figueroa, de forzar la entrada a clases, es un fracaso. Además de la nula presencia de alumnos, tuvo que resistir la protesta de los apoderados. Aún así, negó el fracaso, más aún, señaló que era un avance porque se podía ver la preparación de las comunidades educativas en términos sanitarios.

Acto II

Figueroa enfático señala que el inicio del año escolar 2021 es el 1 de marzo, que no hay que perder más tiempo, insiste en la idea del retorno, aunque no profundiza en los elementos que sustentan esa decisión. Poco se habla de la adecuación de los contenidos y la priorización en los objetivos del aprendizaje. Tampoco se aborda el trabajo que se debe realizar con los alumnos en el ámbito emocional, sobre todo aquellos que se encuentran en sectores vulnerables y que son sometidos a condiciones de hacinamiento, violencia y pobreza.

Las decisiones son unilaterales, no se consulta a las comunidades escolares. Se presiona a las direcciones de los colegios para que retornen y ellas obedecen, con la sombra del castigo a las subvenciones como compañía. Se modifican horarios, se generan dobles jornadas, se altera la dinámica del hogar, pero eso no importa, se prosigue con el plan, a pesar de ser impopular.

Acto III

De la advertencia a la amenaza. El ministro enfático señala que el retorno a clases debe realizarse después de las vacaciones de invierno. Los resultados del Diagnóstico Integral de Aprendizajes, son el motivo para la decisión. No interesa la pandemia, ni los casi 8 mil contagios en promedio de esta semana. La decisión es unilateral. Figueroa no comprende en absoluto la lógica de estos días. Pareciera que administra una empresa, y no sabe que la construcción social, de nuestros días, se realiza en forma colaborativa, donde todos somos importantes.

Los sostenedores, entre ellos, alcaldes, miran con asombro el tenor de las palabras. Advierten que no pueden obligar a la comunidad y que si la amenaza se hace efectiva, el cierre de los colegios públicos es inminente. Sin subvención y con su comunidad escolar carente de los medios para acceder a clases virtuales, el daño será enorme.

La lógica del mercado sigue presente en la cabeza del ministro. Lo importante es la entrada de los alumnos para equilibrar las finanzas y que el mercado laboral salga a la calle. No importa el nivel de contagios, las enfermedades estacionales de invierno, la saturación de las emergencias en los hospitales públicos, la carencia de una red de protección económica oportuna para las familias más vulnerables. Tampoco es relevante contar con planes efectivos que resguarden la salud mental de los escolares, para que, tal como lo señalan los expertos, se adapten al regreso. No interesa, lo importante es el ranking, la cifra, el resto da lo mismo. Esa fue la lógica imperante durante varias décadas y lo único que se logró fue discriminación y desigualdad.

Aún falta tiempo para que se cumpla el plazo de la amenaza, por mientras la sociedad mira con escepticismo el anhelo del ministro: ver los colegios rebosantes de alumnos. Cuando llegue el día la pulsión ciudadana crecerá y la medida impopular no verá la luz. De esa forma el acto se volverá a repetir y el ministro quedará, nuevamente, solo en escena y en pantalla.

#Opinión

Fernando Miranda

Socio y Periodista