El estupor del Rechazo

La imagen representa un simbolismo del proceso constituyente; mientras una gran parte del país se emocionaba y reivindicaba la instalación de la convención como un hecho histórico y significativo, los treinta y siete constituyentes de derecha yacen parapetados en un rincón, mirando consternados como la energía que fluye, al interior del recinto y en todo el país, es de todos, menos de ellos.

La confusión se prolonga, guardan silencio cuando se percatan que no existen las condiciones operativas para ejecutar su labor. Aplicando toda su lógica ingenieril neoliberal, Arturo Zúñiga, el defenestrado subsecretario de Redes Asistenciales, señala que se les paga y que aún no comienzan a discutir la constitución. En una lógica de costo beneficio, la misma que permeó a toda la política pública durante 40 años, Zúñiga, torpemente, cree que es aplicable a este proceso; demostrando que no comprende que lo que se discutirá, es precisamente, el fin de la economía como regulador social.

Ese quinto de constituyentes, que lucharon para que se rechazara el proceso constitucional, no logra encontrar el espacio discursivo que le permita engrandecer su relato. Sus palabras parecen susurros en medio de las definiciones políticas de la asamblea, se percatan que los hipotéticos espacios para lograr acuerdos no existen y que, más aún, serán una voz disonante y muda en toda la discusión.

Cubillos, Fontaine y compañía, se extravían, lanzan la candidatura de Harry Jürgensen para la presidencia de la asamblea, no cuentan con los votos y cuando el momento indicaba que lo certero era abrirse a los acuerdos, se ensimisman. Más aún, sienten el peso de la aplanadora política del Frente Amplio, que posicionó en la testera a dos figuras de su sector.

Las maniobras políticas y las ideas se acaban, viene la confusión y no les queda más que recurrir a la vieja política del descrédito y el pragmatismo. Vuelven a vociferar que se les paga para trabajar y no para dialogar, que se está avalando la violencia, que no hay espacio de conversación, que no se escribirá nada nuevo para la gente. Frases hechas que son amplificadas por los medios de comunicación del empresariado que, como de costumbre, pregonan pesimismo y fatalidad.

Lo que no entienden los constituyentes del Rechazo, es que los tiempos de la sobrerrepresentación concluyeron. La nueva constitución se escribirá con la pluma de todos, será democrática, conversada y la detentación del poder, que por siglos estuvo en la élite económica e intelectual, transitará por los caminos de la democracia y la representación popular. Esa será la forma en la que se construirá el país de los próximos treinta o cuarenta años.

El naufragio de los constituyentes del oficialismo, pone en evidencia el fin de ciclo ideológico de sus conglomerados, partidos que por años fueron los administradores del poder y que ahora buscan un ideario que responda a la conclusión de una época. La primera semana nos deja en claro que la constitución entregará los lineamientos que modificarán en forma sustancial conceptos como pensiones, educación, salud, derecho al agua y vivienda. Y es en ese espacio de discusión, donde el relato de la derecha actual se vaciará sin hallar respuestas.

Serán dos años de trabajo donde se consolidará un nuevo ideario país, se transitará por una vorágine política, pero también por el tráfago que significará el descrédito y la invisibilización de los conocidos grupos de poder que no entienden que el país cambia y que esa evolución no se detendrá.

#Opinión

Fernando Miranda

Socio y Periodista