Déjà Vu

El rostro adusto, el acorde militar, la caminata marcial y la sonrisa en ciernes. La imagen parece ser una copia. El alcalde designado camina junto al dictador, en aquellos días en que el país vivía los momentos más oscuros de su historia, y que el miedo y la obligación, invitaban a las personas a ser parte de esos desfiles de virtuoso cinismo.

El otrora alcalde designado, devenido en parlamentario, viene a tomar un ministerio en este agónico gobierno. Primero fue Víctor Pérez, ahora, Patricio Melero, parece una copia, una mala copia de los momentos políticos de la administración de Piñera.

Todo se torna un bucle. Si hace un año exacto el ex ministro Mañalich le ponía fecha de retorno a las clases (27 de abril), sectores oficialistas, en concomitancia con medios adherentes al gobierno, plantearon, esta semana, la necesidad de volver a clases presenciales, en un hecho que parece ser parte de un ciclo sin fin.

Esta historia cíclica no es sólo por las ideas emanadas desde La Moneda, sino que también, por esa imagen del parlamentario devenido a ministro, que anquilosado en el parlamento durante 30 años, no comprende ni sabe cómo se debe enfrentar la nueva sociedad que se está construyendo. Si antes fue Víctor Pérez que a 3 días de asumir la cartera de interior, tuvo como recibimiento la toma del municipio de Curacautín, el descontrol de la comunidad, la desidia policial, el llamado racista y la inoperancia gubernamental, ahora Patricio Melero pregona, desde el sillón del Ministerio del Trabajo, que el Tercer Retiro del 10% no es viable y que el gobierno, ajustándose a derecho, debe recurrir al atribulado Tribunal Constitucional.

Melero, al igual que Pérez, entiende que todo debe transcurrir por la institucionalidad, sus ojos añorosos de dictadura, no le permiten discernir entre la nueva realidad y el orden político de los últimos 40 años. Melero acomodado en su sillón parlamentario, entendió que las vicisitudes y las demandas ciudadanas se deben regular desde el poder político. No comprende, el actual ministro de trabajo, al igual, que su ex colega Víctor Pérez, que la demanda ciudadana corre por otros caminos, que la separación con la clase política es abismante y lo que ellos digan, ya no tiene eco ni resonancia, no tiene aplauso fácil y suena como fanfarria desabrida.

El arribo de estos dos viudos de la dictadura, deja de manifiesto que el gobierno llegó a su fin hace 18 meses. El actual gabinete es una conjunción de políticos incipientes, aparecidos por su compromiso con las cúpulas partidistas; de cercanía con el mandatario, poco o nada. Todo lo regulan los partidos, algo que Piñera renegaba. Son los partidos quienes designan el reemplazo acomodaticio del momento, operación política vetusta, muy alejada de lo que demanda la ciudadanía hoy en día: representación y participación.

Los días de Melero estarán marcados y regulados por el tenor de la pandemia. Será el chivo expiatorio de la confrontación en que se verá enfrentado, nuevamente, el gobierno y el parlamento, por el nuevo retiro de los fondos de las AFP. No solo tendrá que lidiar con una oposición famélica, fantasmal e interesada en el aplauso vacío y el voto fácil, sino también, con un oficialismo que no pretende alinearse con el presidente, y que, además, cambió su andar y su discurso de un año atrás. Ya no tenemos a la diputada Hoffmann feliz por el Ingreso Familiar de Emergencia de 60 mil pesos, porque, como lo dijo frente a la pantalla, “no se puede vivir del estado”, ni a los candidatos Briones y Sichel estrechándose en un vergonzoso abrazo y rindiéndose mutua pleitesía por el exiguo monto que se aprobaba, ignorando, de paso, el descalabro que se comenzaba a vivir en numerosas familias chilenas.

Tal como la imagen de su caminata junto al dictador, la historia de Melero y Pérez parecen ir por el mismo derrotero. Más allá de premoniciones fatalistas que quedaron en nada, la historia nos plantea el mismo relato, burócratas políticos que no entienden la demanda ciudadana, y que parapetados en su fidelidad partidista y su lealtad presidencial, esperan sortear de la mejor forma los días aciagos que vive nuestro país.

El actual ministro del trabajo se encomienda a su compañero de caminata, para que su periplo ministerial sea más fecundo y que se extienda más que los 98 días que duró el mandato del ex ministro del interior, pero como un déjà vu, la historia nos está señalando que la vida de Melero en el ministerio tendrá el mismo destino.

#Opinión

Fernando Miranda

Socio y Periodista