Una vergüenza. Un pequeño adjetivo para explicar la grosera inscripción de la candidatura de Daniel Ancalao, quien presentó 23.135 firmas ante una notaría que “dejó de funcionar en el año 2018 y dicho notario falleció en febrero de este año”. Hecho que no solo se constituye en un símbolo de la decadencia de la Lista del Pueblo, sino también en un acto de características delictivas, que obligó a denunciar los hechos al Ministerio Público.
Lo de Ancalao viene a ser el corolario del fin de una pequeña época, el del Estallido Social. Esta conclusión comenzó con la lenta fuga de energía que se desprendía en el ambiente y que se tomaba Plaza Dignidad - Italia - Baquedano cada viernes, una fuerza social se desgastó y buscó otros caminos. Sin embargo, en ese proceso, de evacuación de la energía social, hubo un hecho importante y trascendente, que consolida el proceso iniciado hace 19 meses, que fue la elección de 26 constituyentes (ahora son 16) de la Lista del Pueblo.
Las conclusiones poselecciones llevaron a los más entusiastas a señalar que el próximo presidente iba a emerger desde las filas de esta nueva orgánica que rompía los esquemas y que se levantaba como intérprete de los sectores invisibilizados durante siglos. Sin embargo y en un hecho que también experimentó el Frente Amplio, el discurso enarbolado por la Lista del Pueblo que profesaba animadversión al sistema político debía adecuarse. Ahora se encontraban dentro de la institucionalidad que denostaban y como en ese tránsito no existió una modificación en lo discursivo ni en lo programático, lo que sostenía a la lista y que le da su carácter, muere e implosiona lentamente.
Estos signos de agotamiento y de confusión, asomaron cuando fue derrotado Daniel Jadue en las primarias de julio. Miembros del Partido Comunista, que se adjudican ser de izquierda más que cualquier otra persona de izquierda, se desmarcan y buscan un espacio dentro de la Lista del Pueblo. Comienzan a levantar una candidatura que sea la indicada para liderar el proceso transformador, todo esto con aires moscovitas y discurso en clave guerra fría.
Sin embargo, todo se desvaneció. Cuando se debían articular consensos, situación coyuntural en política, la lista no fue capaz de organizar ni acordar una sola candidatura. Primero fue Cristian Cuevas, elegido entre cuatro paredes, pero días después ya no era el elegido y lo suceden cuatro precandidaturas. Como los acuerdos no llegaban, las vocerías comenzaron a hablar de complot, sabotaje, de presiones de los poderes fácticos, todo esto como respuesta a la fuga de constituyentes, al nulo acuerdo por un candidato presidencial y al desmarque de Fabiola Campillai.
La revolución social de octubre de 2019, elemento fundante para el establecimiento de este nuevo campo político, social y cultural, se institucionalizó; primero por el agotamiento de la lucha callejera y, segundo, porque la energía de esa causa buscó el camino de lo tradicional. El proceso refundacional fue absorbido por nuestro espíritu democrático representativo, resignificando nuestra refundación.
Con los años se relatarán los hechos simbólicos que dieron paso a esta nueva época y también se escribirá el surgimiento de una orgánica partidista que capitalizó la lucha callejera y la autodenominada primera línea, entregando constituyentes que redactaron la constitución y que luego desaparecieron como un estallido, es decir, de la misma forma en que todo nació.